Iniciemos nuestro camino próximos a despedir el año 2009 y adentrarnos al 2010, esperanzados, optimistas, a pesar del pesimismo proporcionado por las noticias... Muy específicamente de la crisis económica mundial que nos ha envuelto en su nebulosa de incertidumbre de retos y desafíos esperanzadores para quienes creativamente y con optimismo se levantan generando vida y sueños que parecen pragmatizar nuevos paradigmas. Sí, es parte de una verdad: el hombre no quiere sucumbir, extinguirse a sí mismo. Muchos no apuestan por un suicidio colectivo masivo.
Quizás sea el desafío de las inmensas mayorías que, aglomeradamente, no se dan a la tarea de atrincherarse para la muerte por sus voluntades; sino que desde una especie de anonimato alejado del bullicio de las cámaras y del protagonismo han develado su denuncia expresada en el flagelo del hambre, la inseguridad ciudadana, el desempleo y otros males, tanto exhibidos como latentes.
Cierto... innegables esfuerzos se hacen; desde quienes tienen el poder en las naciones hasta aquellos que se agrupan y continuan uniéndose para solventar la diversidad de situaciones problemáticas.
A las puertas del año venidero, un maremoto acompañado de olas de protestas se aproxima hacia los paises industrializados. Lo curioso es que este fenómeno no pretende (metafóricamente hablando) sino otra cosa que acercarse a ellos para reforzar la necesidad de cambios sustanciales para disminuir o detener el impacto que afectando la biodiversidad ha producido y seguirá produciendo el efecto de la contaminación ambiental de no asumirse acciones pertinentes y consecuentes. Estos maremotos valen la pena.
El dinamismo de las diversas agrupaciones son de por sí generadores de cambios que expresan, conjuntamente con las fuerzas de la naturaleza, que nuestro planteta es un planeta que está vivo. Que su vitalidad y dinamismo también radica en la actitud que asumamos particularmente cada uno de quienes conformamos la humanidad entera. De ahí la necesidad de una continua introspección; lo que en lenguaje religioso o mistico suele llamársele conversión, para otros: toma de conciencia.
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